domingo, 8 de noviembre de 2020

PEQUEÑOS MALESTARES LLAMADOS POESÍA II

 T.A.D.M.L


Creciendo...

cual raíz en tu carne.

Naciendo en tu sangre

enjuago la miseria humana

entre sábanas

acurrucando nuestras pieles.

Cuántas idas y venidas

fríos, calores

hinchando los temores.

Te hablo, escribo estiércol 

inflando estos órganos.

Enciende este mundo

mientras tus manos

sostienen mis costillas rotas.

Yo te amo al filo

de esta vida.

¿Quién es vida?

Yo amo las familias

brotando de tus células.

Mírame otra vez

estoy doliendo calladita.




AYER


Ayer me fui a morir, regresé

olvidé tu sonrisa, la fuerza de tu amor.

Ausencia en nuestros pies

uñas por doquier.

Sobre el piso, la cama...




TIERRA MÍA


Arena... caña

Mil vaivenes, caracolitos

enmarcados en tus ojitos.

Languideces, putrefacta

lamentas hijos, exclamas silente.

Vorágine, llanto...vientre plano

mitocondria.

Te meces, haces frío, vomitas flama.

Te veo... 





ACUOSA


Espesa, babosa, acuosa

Desencuentros, ladridos mordiscos

en la infancia.

La hora inexacta estampó el primer beso

cartílagos en nuestros pellejos.

Abrí esta vida, mi vida... tu vida.





RECUERDAS


Mi amor tiene madres, hijas.

Mi amor por ti nace en el refugio

 ¿Recuerdas?

Dónde está quien cuida, abriga

... dónde carita ¡dónde!

Ahora cuelgas de esta memoria

me temo que desaparecer

no sana... se es apátrida

entre piedras cósmicas.

Sofoca mis duendes

 ¿Recuerdas? , nunca más estarás sola.




DEBAJO DE MI CAMA


Debajo de mí, cruje... huesecillos, debajo de mi ser se está 

devorando el hambre sin que yo pueda lidiar con ello.

Debajo, probablemente se olvidó de hacerlo antes

 sigue ahí, voy a colapsar dentro de mis oídos.


Debajo de mi anatomía se perpetúa la masacre de algún roedor 

yo no lo sé, talvez avecilla, miniatura de reptil...

Debajo de esta masa, mi nombre apuntalado

 no sabré huir entre pánicos, reparos, desganos...

impensado, prosigue el ritual.

Debajo de estos trapos estoy anudando mis silencios

 me muevo de aquí para allá

al compás de esta noche calamitosamente tibia.

Debajo de esta cama la gata Pumara se ha transformado

 en verduga de su existir

inmisericorde, despiadada... honesta y cruel.

Debajo de esta cama finjo una muerte esperada.





VOY A DESPERTAR


Voy a traer la escoba, descuida, yo la traeré;

entonces golpearé testículos.

Ya no hay porqué temer, solo es una escoba

para dislocar ceremonias de facto.

Voy a traer la escoba, golpearé la maldad

  yaciente en la férrea espalda.

Miserable, bailaremos tecno mientras hago

de ti la furia infinita para ponerme a dormir.

Hazlo pronto...date prisa

en algún segundo hereje de la historia

voy a despertar.





MI VIDA TUYA


Entierro... me entierro toda

Resquebrajada, la última vida

mi vida tuya.

Padre nuestro que estás en mi infierno

termina ya... no tengo más.





PINCHANDO UN CORAZÓN


Lo que soy sientes y presientes

Lo que soy, agujas pinchando un

corazón.

Sin importar las horas, una mujer de maíz:

cachemas, yucas hervidas como se hierve un amor.

Burbujas, eres lo que soy, una mujer amando

colapsando en sí misma.





HABITO AHÍ


El amor hace del amor lo que es

 un grito sordo.

No hay quejidos, gruñidos, aullidos... nada de nada en la púas del adiós.

Detente, de a pocos me hago fuerte, impenetrable.

Camino sobre ti ¿ quién miente al amor?

Soy la aguda palabra en presente para endiosar esta bandera.

Yo soy la abertura de la carne, el quebrar de los huesos, dientes arrancados desde la raíz de 

tu boca tonta.

La soberana, habitante de la arena, caminante de vocales, trepada 

en cabelleras lisas,

Yo soy la llama eterna de esta tierra en la cima de médanos quemantes.

Me fui, me quedo, te llego...no hay quejidos, gruñidos, aullidos

habito ahí.






















jueves, 5 de noviembre de 2020

ASFIXIA

Puede acercarse un poco más, cada vez más cerca; ingresa, cabizbaja se dirige al estante de literatura infantil. Cuentos archiconocidos, también los hay de dinosaurios. ¡Oh! no, parece decirse - me asusta- responde para sí misma.

Continúa al ritmo de latidos de un corazón prestado. Se muestra entusiasta cada minuto que transcurre dentro de la librería. El encargado la sigue con la mirada; inspira compasión, pero no comprende porqué habría de sentirlo, total, es una clienta más. 

Los dinosaurios y sus enormes dientes, desgarradores carnívoros, le despierta pavor; se esfuerza por no mirar dichos cuentos, ineludible le dice su cerebro. Demasiado tarde, sujeta uno de ellos, revisa la primera página: no... no puedo. 

Lo deja en su lugar, ahora se entretiene en la sección de juegos didácticos. Despiertan curiosidad en sus ojos, los analiza de aquí allá; toca, siente, quisiera sentarse, jugar. No se puede, acaricia su abultado vientre, son seis meses de gravidez, la próxima será.

De pronto, ser la primera clienta de la mañana deja de tener la sensación de exclusividad que disfruta  desde hace 15 minutos. Empiezan a ingresar, observa a la segunda clienta, se ubica en literatura juvenil, sonríe, busca y busca, no encuentra. Nuevamente prosigue hasta que...de un tirón saca un libro  del reposo: ¡lo encontré!, lanza una carcajada estruendosa. 

Ella sujeta su vientre, se mueve, le punza. Ha incomodado a mi bebé - comenta en su interior-.

La tercera persona en ingresar trae una lista. Ella está cerca, tiene una vista impresionante, puede leer a la perfección el escrito, mientras  tanto, el encargado debe ponerse las gafas deslucidas.

No se encuentran todos los libros que requiere la tercera persona, entonces empieza a nombrar a las autoras ... y, claro, están agotados. 

¿Quiere decir que no hay ningún libro de las mencionadas?

Lo lamento - responde el encargado-

La tristeza se acentúa más en el rostro de la tercera persona, ella se percata al instante, comprende que es comprensible sentirse así, le parece una mujer profundamente arropada de  historias que escriben otras personas.

Mientras ella continúa tejiendo pensamientos, la segunda persona irrumpe: ¿ te queda la trilogía completa de....?. Ella ya no quiso escucharla más, sujeta su vientre; otra vez punzadas.

Las carcajadas retumban entre los libros, la tercera persona se incomoda, de la tristeza pasa al fastidio y del fastidio a la cólera; de la cólera da un vuelco: frustración. Desde que llegó, ya perdió la cuenta, ¿ las carcajadas se pueden contar? .

Cuatro oportunidades fue interrumpida, no es para menos, pensó ella. La segunda persona tiene la absoluta seguridad que, excepto el encargado, nadie más está en el local; por ello, ni se inmuta frente a los gestos de enfado de la tercera persona. Ella, observa la escena con asombro, agudiza la mirada, mientras las cejas se arquean descontroladas.

Respira profundamente, hace una cola con su cabello, cambia la postura del cuerpo, no intenta sonreír, eso no va con la esencia de la gente cuando se es totalmente honesta consigo misma, pensó la tercera persona. Milagrosamente, ella  coincide en aquel pensamiento.

La segunda persona lleva 6 libros a la mesa de empaque, aunque solo paga por dos, le falta dinero. La tarjeta no la tiene consigo; los libros que consigue llevar son de autores que escriben para personas entre 11 y 16 años. Ella pensó: cómo es posible, debe tener 50 a 55 años, y con esos modales.

Cuando la segunda persona se retira, dice entre dientes: a mis hijos les encanta.

Falsa, mentirosa; mientras acaricia su vientre, ella continua diciendo... falsa, mentirosa, son para ti.

La tercera persona, solo puede llevar tres libros, se encuentra desecha, esta vez su tristeza se envuelve en un ovillo que no es fácil desenredar. Ella, reconoce de inmediato ese estado, le sucede de vez en cuando.

Ella entra y sale incesantemente de la segunda y tercera persona; la última le transmite contentura, satisfacción, se trata de un ser muy semejante, aunque jamás la haya  visto antes.

La segunda persona le causa rechazo, su bebé fue el primero en sentir el repudio absoluto de aquella voz. 

Nuevamente se encuentra sola en cuestión de 38 minutos, más los 15. El encargado fija su mirada, esta vez se despoja de la compasión antojadiza de la primera ocasión; debes comprar - piensa- . Ella lo sabe, aquel tipo solo tiene un objetivo.

Agotada, coloca su mano derecha sobre el borde del estante para infantes. La obnubilación apremia, la cabeza es un maremágnum de mareos incontrolables; recuerda que el desayuno fue provechoso, el trayecto a la librería también. Saca fuerzas inspiradoras que el bebé transmite; avanza decidida por la platea principal que conduce a la amplia salida. 

Falta poco, casi nada para salir ilesa de aquel ambiente, ella lo sabe, el bebé también. La tos, aquella tos persistente de la adolescencia a vuelto, carraspea.

El corazón prestado late y late intensamente; debo calmarme - piensa.

Imágenes en su cerebro, ahora lo entiende, la tercera persona lleva un corazón prestado de una de las gemelas fallecidas durante un viaje a los Andes. 

Entonces, yo... yo tengo el otro corazón prestado.

Mientras la tos recrudece, la amplia puerta se aleja más frente a sus ojos. La asfixia es evidente, en el último lapso de aliento, se escuchan gritos; las voces llegan con el viento frío de aquella mañana a los oídos moribundos de ella: pobre mujer, recién salía de la librería, parece que se ahogó, el auto le pasó por encima cuando ya estaba en el suelo.  

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