martes, 27 de octubre de 2020

EVOCACIONES

Incrustó las uñas en el cuero cabelludo, quizá ternura, o tristeza creciente al infinito cuando se mira atrás;  solo arena filtrándose en los ojos mientras la picazón se acentúa más.

Cuántos años... puede que los años son cuántos que se cuentan para tener el orden y control de las acciones -pensó.

Tendrá trece años, tal vez escriba con ambas manos; ellos tienen varias tenazas, nosotros, brazos ¿ Mis ojos estarán en ella?

Cómo saberlo, la recuerdo sin foto, tampoco hay memoria, luz, siniestro, opaco; absolutamente nada. Trece años que la traen a mí, solo llanto, acuosa...  

De algún recóndito dolor creciendo desde ayer, posarse en el presente hasta atascarse en la garganta;  hoy, precisamente hoy ha llegado a mí, la filia arrancada del nervio. Onirismo destellante oprimiendo las vertebras,  médula espinal punzando allá abajo.¡ Para qué despertar!... para qué.

Así la recuerdo, trece años son aquellos fragmentos de un eco sin respuesta, porqué estoy aquí, ella no sabrá decir mi nombre. No lo hará si no existo en la necesidad; trece años criatura.

Puedo verla, parca, rutilante, ingresando en la mente de otros seres cuando la ocasión la tome por asalto; la veo temblando, arruinando sus uñas entre mordiscos, afligida por la inmundicia y conmiseración humana. Mi filia, salió de algún escondite mío.

Estaba convencida que tarde o más temprano que nunca aprendería a lidiar con ella misma, tal cual ella lo ha venido haciendo, pese a que el amor la fragmentó en escasas ocasiones hasta mostrarle la galopante  pasión por vivir un tiempo más. 

Tenía días que los trece años no le sabían a la calidez y orfandad que tan bien la caracterizaban, por lo tanto, se decía así misma:

La edad cronológica desde que sucedió el alumbramiento no me agrada, rechazo los trece años que tendrá. 

Seis años, la maravillosa edad que viste un vestido escoses con zapatitos charol importados de Catalunya. Sería mi fuerza, el centro de gravedad que emana desde la mirada hasta la punta de los pies; mi filia de seis años. Te veo esplendorosa, silente entre ellos, algarabía cuando me ves en el recuerdo que ha dejado de existir. 

Llámame cuando la picazón se acentúe, lo sabrás cuando hayas irritado la piel que te viste, solo entonces quedarás perpetua para mí. Te extraño cascarita seca, pero extrañar no es de acá, yo no he aprendido como podrás intuir, tampoco podrías tú.

Seis añitos para dar vueltas en el carrusel, el trompo de abedul, las manzanas azucaradas; rojas tus mejillas. Filia mía, sigo tratando de recordar lo que existe en la nebulosa cerebral, un estadío de conexiones que permanecen inmanentes hasta que devoran entre sí; solo el agujero sanador absorbe todo, pero estoy lejos, tendré que sucumbir aprendiendo a vivir.

Se han roto, dos uñas quebradas atascadas entre el cabello y la piel que reviste el cráneo. La ternura se esfuma, ahora arde, duele... se esta viva sabiéndose sin vida.

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