jueves, 17 de septiembre de 2020

OJOS LLOROSOS

En el sillón de paja, junto a dos almohadas ablandaba un corazón con la sensación que la pesadez de la cabeza no se iría hasta entrada la noche. Bocanadas al tenue viento que ingresa en la habitación, respiración profunda, poner las manos un poquito arriba del abdomen; tocarse, sentir...ahí estaba ella con las fisuras de costillas devastando la conmovedora imagen frente al espejo.

Escuchar la voz, ha llamado, pregunta cómo estoy, seduciendo los filamentos del afecto; ¡qué perfidia!...otra vez, no por favor.

Ya no hacia falta escuchar al espejo, debió tener las agallas suficientes para lanzar el portarretratos, hacer añicos el cristal, es así como se aniquila la sombra misma de la conmiseración.  Continuaba el espejo, el sillón de paja, sentada, vacía; anidando las emociones más patéticas de la especie humana...desgarrando la garganta para no decir: ¡no me duelas más! 

Poder evitarlo no es un privilegio de las masas andantes, no obstante se quiebra irremediablemente en la caparazón que heredó de mamá; ahí nadie lastima, no hay posibilidad mínima para danzar con la soledad: solo tú.

Habla...escucha la voz ondulante, un canto  tallán se filtra entre sus prendas, se detiene en la cintura; le habla bajito: ahora lo sabes...¡qué me has hecho!

Ahí está, con ojos llorosos se levanta, sujeta un frasco de perfume, el pulso la delata; todo tiembla, no hay marcha atrás. En la habitación...debajo de la puerta se puede ver el escape de la tristeza y decepción; tiene un color plomizo aromatizado de la fragancia que les uniría hasta la eternidad.


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