miércoles, 19 de agosto de 2020

LA SEÑAL

Han transcurrido veinte años aproximadamente desde que Aniduag sigue esperando. Esperar puede significar mucho más que un verbo, incluso la acción misma para determinar situaciones, ahora bien, muestro personaje se dedicó a esperar mientras se reprodujo en dos ocasiones.

Llevaba una vida medianamente estable en la capital de Urep, frecuentando la única Iglesia Ortodoxa de la nación, en compañía de su marido; por cierto, un encumbrado arqueólogo especializado en las civilizaciones antiguas.

Mientras tanto, Aniduag esperaba una señal de un antiguo amor de juventud, el cual creyó sería hasta que la muerte los separe. Odnarb, en algún lugar entre la urbe cosmopolita de Anallus y Aruip creó una industria de jabones de uso industrial, estaba felizmente casado; así lo hacía saber a sus amistades.

"Odnarb, si fui tu gran amor, estás arrepentido de lo que hiciste, entonces, envíame un mensaje, yo estaré esperando, verás que nada de lo que tengo ahora se comparará de lo que soy capaz de hacer por ti", escribía Aniduag en el diario número 34.

El catorce de julio de un año que no se debe escribir, Odnarb, publicó en un prestigioso periódico local, fotografías de su matrimonio, la noticia surcó los aires. Aniduag se colocó las gafas de lectura, acercó lo más cerca a la pantalla del ordenador su rostro, cada vez más cerca, hasta que la nariz tocó el cristal. 

Una imperceptible línea de beneplácito se iba formando entre la comisura de su boca, hasta que aquella línea se expandió dibujando una sonrisa amplia, muy bien definida. Prosiguieron las carcajadas, las manos a la cabeza, se paseaba de un lado a otro en la sala, exclamando: ! una señal¡

Lo he visto...  su mirada desencajada; las pupilas sin brillo de amor. ¡Oh, por Dios!, ¡ese hombre no es feliz!. De pronto, entre carcajadas cada vez más altisonantes, un corazón a punto de paralizarse: se desplomó con la frase entre los labios..." no es feliz".


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