miércoles, 19 de agosto de 2020

TODO ESTABA BIEN...

 

Érase una vez, una ciudad pequeña, tan pequeña que establecía sus limites con piedrecitas ámbar; en las noches se decoloran tornándose azul.

Su población, gente versada; intelectuales trotamundos en los confines remotos del planeta Tierra, cerca al cuarto planeta morado, estaban fascinados con la llegada de Socram después de cuarenta años de ausencia.

Aruip se regocijaba de tenerlo; connotado personaje, había fijado residencia en la capital de la república democrática, una incipiente nación que no lograba consolidar la democracia absoluta en su máxima expresión.

La empresa de energía eléctrica, gestora de su venida, fue la encargada de organizar las ponencias en su honor. Al término de la misma sería homenajeado con la más alta distinción. La ponencia resultó más amena de lo que esperaban, en definitiva, Socram Xsotram se lució. Incesantes aplausos los tenía bien merecidos; sus gestos en el rostro solo tenían cabida para el éxtasis supremo.

Alguien se abrió entre la multitud del auditorio, se trataba de un hombre de facciones grotescas, quien no había sido anunciado; llevaba consigo un paquete mediano de forma rectangular envuelto en papel café.

Tomó el micrófono, después de tediosa intervención, se atrevió a cambiarle el apellido al ilustre visitante, lo llamó Socram Xsagrav; venía en representación de la alcaldesa.

Tanto malestar causó la incompetencia de aquella persona que al hijo pródigo no le quedó más que sonreír displicentemente.

¿ Existe posibilidad alguna que yo no sea conocido? se preguntaba, mientras se adentraba en una profunda depresión.

 Cuentan, en cuestión de días se murió.

Todo estaba bien, hasta que... 


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